«En los últimos días, son noticia algunas manifestaciones de determinados empresarios sobre las políticas retributivas de sus empresas o los horarios de apertura de sus establecimientos. Además del debate permanente sobre la retribución, donde la imaginación y lo intangible pretende sustituir la retribución real para que los salarios se acomoden al nivel de gasto de las familias, resulta necesario reabrir el debate de la liberalización de horarios», especialmente en Valencia. Así comienza Ignacio Rodríguez de la Riva, socio de De la Riva y Pastor Abogados, para Economía Digital.

Pocos son los que conocen que en Valencia existe una libertad relativa de horarios para los empresarios, ya que existe una norma estatal que tiene rango básico (Ley 1/2004, de 21 de diciembre, de horarios comerciales) y que fija dos tipos de establecimientos: los que pueden abrir cuando deseen, sin límites horarios o de festivos; y los que están limitados en un número máximo de festividades al año.

Tipos de establecimientos en Valencia

Aquellos establecimientos de Valencia que pueden abrir libremente son aquellos que venden unos productos en concreto (pastelerías o carburantes, entre otros), los que tienen una superficie concreta (hasta 500 o 300 metros cuadrados según los casos) o los que se ubican en un lugar específico (en zonas de gran afluencia turística, catalogado así administrativamente, por ejemplo). Estos comercios de horario libre existen para cubrir las necesidades inmediatas de la población en un día festivo.

Sin embargo, también existen otros establecimientos (el resto), como las grandes superficies, con limitación en la norma estatal. Según esta, pueden abrir un mínimo de 16 festivos al año, y son las Comunidades Autónomas las que libremente fijan un número al alza según sus propias circunstancias.

Madrid, la liberalización absoluta vs. Valencia

«En la práctica, y en vez de pensar en el interés general y en la economía regional, se fijan estos límites pensando en un interés político, que hace un flaco favor a las empresas y a la ciudadanía. El ejemplo de liberalización absoluta es Madrid, donde las grandes superficies abren todos los días y el madrileño se ha acostumbrado ya a repartir su compra semanal entre el sábado y el domingo, notándose ese reparto en la afluencia de consumidores el fin de semana. Ningún consumidor en Madrid se plantea ya volver a una situación de cierre de establecimientos por decreto», explica De la Riva.

No ocurre lo mismo en Valencia, donde el Decreto Ley 1/2015, de 27 de febrero, del Consell, de horarios comerciales en la Comunitat Valenciana, manda. Permite una apertura adicional durante otros 10 días festivos, que se reparten a lo largo del año, y que fue fruto de la pretensión del anterior equipo de gobierno de terminar con la liberalización iniciada años atrás.

Explica nuestro socio que «ninguna de las normas, ni la liberalizadora ni la restrictiva, trataba situaciones diferentes con respuestas diferentes, pues no puede compararse la situación en Valencia, por ejemplo, con Castellón. Ni unos ni otros han tenido en cuenta el impacto que puede suponer en la economía la apertura en festivos, porque desde luego la flexibilización horaria total, aunque supone un incremento notable en las contrataciones de personal y en la actividad de servicios indirecta de las grandes superficies, es cierto que también puede resultar un perjuicio para un comercio tradicional que carece de la capacidad para contratar más personal y abrir en festivo».

Según el experto, el problema de la base se encuentra en el propio tejido empresarial español (y en el sector del comercio en particular), que cuenta con una preponderancia de micro empresas que emplean a un número reducido de empleados y que por el número de ventas que tienen en festivo carecen de la capacidad para asumir el coste de empleados adicionales para ese día.

«Pero la solución al problema del pequeño comercio no puede pasar por prohibir días de apertura adicionales a las grandes superficies porque la prueba es que así se ha funcionado en los últimos nueve años y no ha servido para evitar la desaparición de unos cuantos, algunos de ellos muy emblemáticos», explica.

Lo que sí puede ser una gran amenaza para el pequeño comercio (y en buena medida también para el grande) es la venta online, que ponen en horas a tu disposición un producto en tu casa, a precios que difícilmente cubren su propio transporte. «En muchas ocasiones, con una calidad ínfima», añade.

Repensar el comercio como un servicio de proximidad

«Y esa amenaza debe usarlo el comercio tradicional para convertirse en lo que tiene que ser, un servicio de proximidad, de barrio, de atención personalizada, y en fin de calidad en la que incluso el consumidor podrá asumir un coste mayor a cambio de estas ventajas adicionales. Es necesario repensar el pequeño comercio, permitir la flexibilización horaria para todos los establecimientos, porque creará empleo y riqueza que redundará también para el comercio de proximidad», indica De la Riva.

A pesar de la escalada de precios, es necesario elegir calidad. Por esto, la Comunitat Valenciana tiene un objetivo: emprender la modificación del Decreto Ley 1/2015 e intentar conciliar el máximo consenso parlamentario, bien suprimiendo el límite máximo de días festivos de apertura o bien modificando los requisitos para declarar una zona de gran afluencia turística que permita a Ayuntamientos como el de Valencia tramitar esta declaración y eliminar así la limitación que solo perjudica a la economía y a los valencianos.

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